Somos los adoptados del 2017, el año que ha cambiado nuestras vidas para siempre. Algunos lo teníamos muy difícil: porque somos viejitos, estábamos enfermos, traumatizados, nos faltan patitas, ojitos… o tenemos un carácter complicado: cicatrices de un pasado terrible que quizás nunca se borrarán.
Para cada uno de nosotros apareció una persona que nos supo observar con una mirada limpia y un corazón compasivo. Vieron seres maravillosos y únicos a través de nuestro sufrimiento y nos llevaron a su casa para compartir su vida con nosotros. Este pequeño milagro fue posible porque otras personas nos habían mirado antes y, por suerte, nunca fuimos invisibles para ellos. Voluntarios que nos rescataron del infierno y nos cuidaron, gente que nos alimentó y curó nuestras heridas, las del cuerpo y las del alma. Otras personas ayudaron de mil formas, con donativos, colaboraciones desinteresadas…
Cada final feliz tiene una historia detrás de esfuerzo, dedicación, dignidad, compromiso y amor. Cada pequeño milagro es el eslabón de una cadena que transforma la realidad. No compres animales, adopta. Cambia vidas, cambia el mundo.